Lecturas en los tiempos del coronavirus
¿Te interesa leer un libro publicado en 1892 del que se ha dicho que es la primera novela en la que se describe una invasión alienígena de la Tierra, libro publicado seis años antes de La guerra de los mundos de H.G. Wells? Pues, primeramente, debes estar dispuest@ a hacerlo en inglés. Luego, debes ir a gutenberg.org, descargarlo, leer y sólo después regresar aquí, ya que estoy a punto de estropear las principales sorpresas del relato. No tengo más remedio, pues voy a explicar por qué NO ES LA PRIMERA NOVELA DE INVASIONES ALIENÍGENAS. Así que, a la inversa, si no quieres leer el libro, puedes seguir con este artículo y, muy rápidamente, informarte sobre los principales elementos de la trama. O sea, de qué va.

En mi opinión, H. G. Wells es el indiscutible creador del subgénero de invasiones alienígenas, a pesar de que en Wikipedia se afirma que “en 1892 Robert Potter, un clérigo australiano, publicó en Londres Los cultivadores de gérmenes. Ahí se describe una invasión encubierta en la que los alienígenas toman forma humana e intentan desarrollar una virulenta enfermedad en la que apoyar sus planes de conquista global. El libro no fue muy leído y, en consecuencia, la novela de Wells, que obtuvo un gran éxito, se considera generalmente el origen de todas las historias de invasiones extraterrestres que vinieron después” (He traducido libremente un fragmento de la entrada en inglés dedicada a La Guerra de los mundos).
Del mismo modo, en la Science Fiction Encyclopedia encontramos el siguiente resumen de la trama: “Una raza de seres desencarnados, habitantes del “ether” interplanetario y capaces de asumir forma humana, controlar mentalmente a los humanos y con habilidades de teletransportación, invaden la Tierra y establecen cabezas de puente donde cultivan gérmenes infecciosos para usarlo contra la humanidad”. A pesar de esto, el redactor de la entrada nos advierte de que “el elemento de alegoría cristiana (ángeles caídos a los que se enfrenta un ángel bueno) impide que se realice completamente el potencial de ciencia ficción del libro”
Vale, si pedís mi opinión (lo cual supongo que no teníais intención de hacer, lo que no impedirá que os la dé) no hay ninguna alegoría en la narración de Potter. Nada. Ni un ápice. Los alienígenas son de hecho criaturas espirituales, buenos o malos, es decir, lo que la Biblia llama ángeles, y el libro es un intento de armonizar una explicación científica del universo con la cosmovisión (o visión del mundo) cristiana donde la noción clásica de éter (no confundir con el éter que sirve para dormir a la gente en la viejas novelas de misterio) o ether o aether ya había encontrado un sitio en relación con el cielo, el espacio exterior, seres angélicos y otras cosas parecidas. Esta idea situada en el centro mismo de la trama es claramente mucho más original que cualquier alegoría. En realidad el mundo del que vienen los invasores de la novela es nuestro mismo mundo. Hoy diríamos que se trata de “otra dimensión” o algo así.
Potter recurre a la noción de “aether” (tal como escribe él la palabra) no como “el quinto elemento” de la antigua Grecia, sino como concepto científico todavía muy importante en su época, y lo hace converger con las cualidades “etéreas” de los ángeles y los espíritus y la materia sutil (¿o quizá deberíamos llamarla energía?) en donde estos viven. Esta materia sutil que está en todas partes y lo atraviesa todo, que está en el origen de cualquier otra sustancia contenida en el Universo es de lo que está hecho el espíritu y el “lugar” de donde vienen los”aliens” del argumento. Para entrar en nuestro mundo de objetos groseros estos ángeles deben “materializarse”, cosa que hacen sin problema, pero una vez que se han convertido en seres humanos están sujetos a todas las leyes de la naturaleza que gobiernan la nuestra. Aquí es donde la parte de ciencia ficción se vuelve real, destacable. Pues, gracias a su elevada inteligencia y conocimiento, las legiones rebeldes que llegan a la Tierra a sembrar la enfermedad en cuerpos y almas usan máquinas que, cuando son vistas por los protagonistas, aparecen a sus ojos como el producto de una tecnología muy avanzada y de una civilización basada en ese tipo de tecnología. Emplean también su profundo conocimiento de la biología para cultivar gérmenes en plantaciones secretas, gérmenes que son mutaciones mortales obtenidas a partir de especímenes inocuos a través de extensos experimentos. Luego difunden estos gérmenes con ayuda de sus “coches voladores” para probarlos y para empujar a la humanidad a la desesperación y la rebeldía.
La “teletransportación” de que habla la Enciclopedia de Sci Fi es tan solo lo que pasa cuando uno de los ángeles encarnados muere, o cuando deciden por propia voluntad volver al éter de donde proceden y luego regresar, tomando nuevamente la materia y la forma del cuerpo humano. La verdad es que las meditaciones y ensueños del Sr. Potter me han parecido muy entretenidas, a pesar de que emplea tanto tiempo en describir algunos de los ingeniosos ingenios usados por las malélovas criaturas que se ocultan en un remoto y escondido valle australiano. Estos ingenios y artilugios nos pueden hacer gracia hoy en día. Debemos tener en cuenta el tiempo en que se escribió la novela. Esto también es esencial para entender los defectos y prejuicios del narrador, muy característicos de su siglo.
Ciertamente debo decir que el título de la novela llamó mi atención especialmente porque estos días hay un virus que nos tiene a raya a los seres humanos. En la primera parte del libro, antes de contar la historia de sus aventuras australianas, al narrador recuerda algunas cosas que le sucedieron en su juventud, entre ellas una epidemia y algunos otros hechos que cree que puedan estar conectados aunque no lo parezca. Tras saber todo lo que hay que saber sobre sus andanzas y descubrimientos australianos, vemos claramente que tenía razón: los acontecimientos que tuvieron lugar en Gales cuando el narrador era un muchacho estaban, en efecto, conectados entre sí. Esta primera parte del libro es mi favorita aún después de haber obtenido todos los indicios concluyentes que nos proporciona el relato principal. Con esos acontecimientos aparentemente sueltos, atados entre sí solo por el misterio y las sugestiones que unas cuantas creencias y relatos folclóricos, esta primera parte me recuerda el aura sobrenatural que crece alrededor de hechos y lugares normales en las obras de Arthur Machen.