El juguete mecánico de la Casa de la Roca (Neil Gaiman)
“—Mete el dinero —dijo Czernobog.
—¿Por qué? —preguntó Sombra.
—Tienes que verlo. Yo te lo enseño.
Sombra introdujo la ficha. El borracho del cementerio se llevó la botella a los labios. Una de las lápidas se abrió y dejó al descubierto un cadáver; otra lápida se dio la vuelta, y una calavera sonriente ocupó el lugar de las flores. Un espectro apareció a la derecha de la iglesia, mientras que por la izquierda, algo con un rostro inquietantemente pajaril, afilado, como una pálida pesadilla del Bosco, se deslizó suavemente desde detrás de una lápida para desaparecer entre las sombras. A continuación se abrió la puerta de la iglesia, salió un cura y los fantasmas, espíritus y cadáveres desaparecieron, y solo quedaron el cura y el borracho en el cementerio. El cura bajó la vista y miró al borracho con desdén; luego volvió a entrar en la iglesia, que se cerró tras él, y dejó solo al borracho.
La historia era realmente inquietante. Mucho más inquietante, pensó Sombra, de lo que un juguete de cuerda tiene derecho a ser.
—¿Sabes por qué te lo he enseñado? —le preguntó Czernobog.
—No.
—Así es el mundo. Ese es el mundo real. Está ahí, en esa caja.”
Neil Gaiman, American Gods, capítulo quinto de la edición electrónica. Edición X Aniversario, traducción al español de Mónica Faerna. (Editorial Roca, Barcelona, 2001)
LA IMAGEN
